El LLECE debe ser un núcleo que organice, potencie, favorezca y genere debates, reflexiones, propuestas e ideas para mejorar los sistemas de evaluación de la calidad de la educación en la región, incluidas la educación y la evaluación por competencias.
Atilio Pizarro
Jefe de la Sección de Planificación, Gestión, Monitoreo y Evaluación (OREALC/UNESCO Santiago)
Jefe de la Sección de Planificación, Gestión, Monitoreo y Evaluación (OREALC/UNESCO Santiago)
Uno de los principales desafíos del LLECE desde su creación ha sido generar y debatir ideas que permitan consensuar las finalidades de la educación a nivel regional. En consecuencia, proponer estrategias y perspectivas de evaluación que aporten significativamente a la promoción de aprendizajes pertinentes y relevantes desde la diversidad de contextos sociales y culturales que atraviesan los países latinoamericanos. Así, concebida la evaluación, ésta se constituye como un eslabón de la cadena para mejorar la toma de decisiones de política educativa y, por tanto, mejorar la calidad y equidad de los sistemas educativos.
Esta función del LLECE es plenamente coincidente con la labor estratégica de la UNESCO que es ser un laboratorio internacional de ideas, capaz de repensar la educación en un mundo cambiante, para lograr que sirva como plataforma para la reflexión y para orientar el debate mundial, inspirando nuevos enfoques y guiando el desarrollo de políticas educativas a nivel global.
La actual concepción de la educación está siendo desafiada por una combinación de factores de cambio y de crisis inesperadas: los cambios socio-demográficos; el creciente desempleo juvenil; el aumento de las brechas entre y dentro de los países de la región; los desafíos frente a la seguridad alimentaria y nutrición provocados por el cambio climático; los desastres cada vez más frecuentes; el agotamiento de los recursos naturales; los estilos de vida y patrones de producción y consumo no sostenibles; las crisis y la volatilidad; así como los temas de gobernanza, migración, movilidad y urbanización; la continua aceleración en la producción y circulación del conocimiento; así como el gran desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Todos estos factores están imponiendo nuevos desafíos y demandas a la educación y a los sistemas educativos de la región y del mundo.
Basándose en los informes "Aprender a ser" (1972) y "La educación encierra un tesoro" (1996), la UNESCO ha emprendido la definición de nuevos modelos capaces de orientar la reflexión pedagógica en un mundo cada vez más complejo, pensando más allá de 2015. Se trata de establecer las bases de una visión renovada de la educación revisitando la manera en la cual la educación y el aprendizaje fueron concebidos, a la luz de los cambios sociales actuales. Se busca examinar las implicaciones para la educación de las multifacéticas transformaciones en que está la sociedad y las maneras en que conocimientos, habilidades y valores son creados, transmitidos, validados, apropiados y utilizados.
Esta tendencia ha ido transformando también el concepto del derecho a la educación, desde la noción de educación obligatoria hacia una concepción más ambiciosa y multidimensional (UNESCO y UNICEF, 2008). Las políticas educativas y la comunidad internacional han evolucionado hacia una redefinición del derecho a la educación como el derecho a aprender, es decir, como el derecho a recibir una educación de calidad para todos. La Convención de los Derechos del Niño y otros textos internacionales proporcionan tres criterios "permanentes" para definir el derecho a aprender o a recibir una educación de calidad: i) desarrollar al máximo posible las capacidades de cada individuo; ii) promover los valores consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: la igualdad entre las personas, el respeto a la diversidad, la tolerancia y la no discriminación, la promoción del bien común; y iii) equipar a los estudiantes con las capacidades y conocimientos necesarios para llegar a ser una persona socialmente competente.
Así la UNESCO reafirma la dimensión humanista de la educación y la concibe como un derecho humano fundamental. Esto conlleva un enfoque centrado en las competencias en educación, aquellas habilidades y comportamientos de orden superior que se deben desarrollar en la escuela: valores de solidaridad, autonomía, tolerancia; capacidad para tomar decisiones; resolver problemas novedosos; pensar creativa y críticamente; comunicarse con eficiencia, y establecer y mantener relaciones interpersonales, entre otros.
Sin embargo, se encuentran muchas dificultades para evaluar los logros de dichas competencias por los alumnos: ¿cómo evaluar la competencia de "búsqueda de la información" o "procesamiento de la información"? Esto hace también difícil la aplicación de acciones compensatorias eficaces, destinadas a paliar las dificultades de los alumnos con mayores debilidades.
La evaluación no será parte de un proceso pedagógicamente válido si no hay un trabajo compartido y participativo de carácter reflexivo que lleve a consensos entre los académicos, investigadores, profesores y técnicos de los ministerios de educación sobre qué competencias deben adquirir los alumnos y qué debe evidenciarse cómo logro de dichas competencias en el actual contexto político, social, económico y cultural de la región y sus países.
El Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) está en la mejor situación para convertirse en un espacio de ideas sobre evaluación de la calidad de la educación, que contribuyan a mejorar los sistemas de evaluación, dado su rol de coordinador de las unidades y sistemas de medición de la casi totalidad de los países de América Latina. En esa lógica, el LLECE debe ser un núcleo que organice, potencie, favorezca y genere debates, reflexiones, propuestas e ideas para mejorar los sistemas de evaluación de la calidad de la educación en la región, incluidas la educación y la evaluación por competencias.
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Esta función del LLECE es plenamente coincidente con la labor estratégica de la UNESCO que es ser un laboratorio internacional de ideas, capaz de repensar la educación en un mundo cambiante, para lograr que sirva como plataforma para la reflexión y para orientar el debate mundial, inspirando nuevos enfoques y guiando el desarrollo de políticas educativas a nivel global.
La actual concepción de la educación está siendo desafiada por una combinación de factores de cambio y de crisis inesperadas: los cambios socio-demográficos; el creciente desempleo juvenil; el aumento de las brechas entre y dentro de los países de la región; los desafíos frente a la seguridad alimentaria y nutrición provocados por el cambio climático; los desastres cada vez más frecuentes; el agotamiento de los recursos naturales; los estilos de vida y patrones de producción y consumo no sostenibles; las crisis y la volatilidad; así como los temas de gobernanza, migración, movilidad y urbanización; la continua aceleración en la producción y circulación del conocimiento; así como el gran desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Todos estos factores están imponiendo nuevos desafíos y demandas a la educación y a los sistemas educativos de la región y del mundo.
Basándose en los informes "Aprender a ser" (1972) y "La educación encierra un tesoro" (1996), la UNESCO ha emprendido la definición de nuevos modelos capaces de orientar la reflexión pedagógica en un mundo cada vez más complejo, pensando más allá de 2015. Se trata de establecer las bases de una visión renovada de la educación revisitando la manera en la cual la educación y el aprendizaje fueron concebidos, a la luz de los cambios sociales actuales. Se busca examinar las implicaciones para la educación de las multifacéticas transformaciones en que está la sociedad y las maneras en que conocimientos, habilidades y valores son creados, transmitidos, validados, apropiados y utilizados.
Esta tendencia ha ido transformando también el concepto del derecho a la educación, desde la noción de educación obligatoria hacia una concepción más ambiciosa y multidimensional (UNESCO y UNICEF, 2008). Las políticas educativas y la comunidad internacional han evolucionado hacia una redefinición del derecho a la educación como el derecho a aprender, es decir, como el derecho a recibir una educación de calidad para todos. La Convención de los Derechos del Niño y otros textos internacionales proporcionan tres criterios "permanentes" para definir el derecho a aprender o a recibir una educación de calidad: i) desarrollar al máximo posible las capacidades de cada individuo; ii) promover los valores consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: la igualdad entre las personas, el respeto a la diversidad, la tolerancia y la no discriminación, la promoción del bien común; y iii) equipar a los estudiantes con las capacidades y conocimientos necesarios para llegar a ser una persona socialmente competente.
Así la UNESCO reafirma la dimensión humanista de la educación y la concibe como un derecho humano fundamental. Esto conlleva un enfoque centrado en las competencias en educación, aquellas habilidades y comportamientos de orden superior que se deben desarrollar en la escuela: valores de solidaridad, autonomía, tolerancia; capacidad para tomar decisiones; resolver problemas novedosos; pensar creativa y críticamente; comunicarse con eficiencia, y establecer y mantener relaciones interpersonales, entre otros.
Sin embargo, se encuentran muchas dificultades para evaluar los logros de dichas competencias por los alumnos: ¿cómo evaluar la competencia de "búsqueda de la información" o "procesamiento de la información"? Esto hace también difícil la aplicación de acciones compensatorias eficaces, destinadas a paliar las dificultades de los alumnos con mayores debilidades.
La evaluación no será parte de un proceso pedagógicamente válido si no hay un trabajo compartido y participativo de carácter reflexivo que lleve a consensos entre los académicos, investigadores, profesores y técnicos de los ministerios de educación sobre qué competencias deben adquirir los alumnos y qué debe evidenciarse cómo logro de dichas competencias en el actual contexto político, social, económico y cultural de la región y sus países.
El Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) está en la mejor situación para convertirse en un espacio de ideas sobre evaluación de la calidad de la educación, que contribuyan a mejorar los sistemas de evaluación, dado su rol de coordinador de las unidades y sistemas de medición de la casi totalidad de los países de América Latina. En esa lógica, el LLECE debe ser un núcleo que organice, potencie, favorezca y genere debates, reflexiones, propuestas e ideas para mejorar los sistemas de evaluación de la calidad de la educación en la región, incluidas la educación y la evaluación por competencias.
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