De la Universidad Tecnológica del Chocó tengo dos bonitas experiencias: la primera, en el año 2001 me desempeñé como docente del programa de educación básica y preescolar para dictar la cátedra de derecho constitucional colombiano a docentes que adelantaban ese pregrado por ciclo semi-presencial o a distancia, desde Bahía Solano; y, la segunda, en el 2008 fui profesor catedrático de la facultad de derecho, en la ciudad de Quibdó.
En el primer caso, las clases se dictaban de manera concentradas durante los días sábados y domingos en las instalaciones de la Escuela Primaria perteneciente al entonces colegio Luis López de Mesa, y algunos de los estudiantes se integraban entre compañeros del bachillerato de la Normal Santa Teresita y otros entre docentes mayores que tuve como maestros en los albores de mis primeros años de escolaridad en la escuelita Miguel Ángel Arcos. ¡Un doble orgullo!
Mucho tiempo atrás tuve entendido que la Universidad Tecnológica del Chocó ya contaba con la sede de la Costa Pacífica, y cuya planta física no era otra cosa que una casa lote, donde se impartieron, entre otros, el programa de tecnología en ciencias pesquera, en los albores de sus inicios académicos, y que reclutó a bachilleres de la región, hoy vinculados a muchas entidades públicas con el perfil de tecnólogos pesqueros.
No se sabe si la demanda académica le permitió a las directivas de la Universidad y a la Gobernación del Chocó adelantar las eficientes gestiones para la construcción de una decorosa sede en Bahía Solano, que hoy luce altiva con sus cuatro pisos en uno de los sectores más exclusivos de la municipalidad, si se sabe que está circunvecina a los mejores hoteles de la zona y de la región.
En agosto de 2017, un amigo cercano me invitó para que conociera la nueva sede de la Universidad; la recorrimos palmo a palmo, piso por piso, y mientras circulábamos en su interior, atendía las descripciones que me daba de la edificación. En sus propias palabras me sentenció que aproximadamente albergaría seiscientos estudiantes para distribuirlos entre los programas profesionales de contaduría, trabajo social, tecnología pesquera, administración de empresas, etc.
Las universidades regionales han sido inspiradas para que en ellas estudien las personas que se encuentran sobre sus áreas de influencia, y cuyo propósito es aglutinar a los bachilleres de los centros educativos de la región, por ejemplo, con miras de asegurar el ingreso a la educación superior sin que las dificultades de índoles económico o de desplazamiento, entorpezcan o frustren los sueños y expectativas personales para cualificarse y acceder al mercado laboral.
No hay nada más enorgullecedor que estudiar en un centro educativo de carácter público, cualquiera que sea el nivel. En el caso de la Universidad Tecnológica del Chocó pareciera no acendrase ese arraigo. Lo más injusto para ella fue el desprecio que le dimos con el despectivo diminutivo de “La Dieguito”, sin volverla indeclinablemente admirable por lo que puede contribuir en la trasformación de la sociedad chocoana, cuando asuma su voz crítica y contestataria con hombres que la reconstruyan de la atroz politiquería.
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