No es fácil escribir sobre violencia verbal y maltratoinfantil porqué existe una delgada y finísima línea que separa un momento puntual de crispación de lo que consideramos maltrato verbal. No es fácil, pero es conveniente escribir sobre ello para tomar consciencia de los posibles efectos adversos que pueden causar nuestras palabras subidas de tono en la autoestima y personalidad de nuestros hijos.
Soy consciente, como madre que soy, que en ocasiones nuestros hijos nos llevan al límite y que sin darnos cuenta podemos alzarles la voz más de lo que quisiéramos. Momentos que en ocasiones desearíamos borrar de nuestras mentes y a ser posible que no se volvieran a repetir.
Ningún padre, lo se, quiere ningún mal a sus hijos y por tanto soy consciente que la mayor parte de veces que hemos alzado la voz y dicho algo fuera de lugar ha sido por frustración y desesperación. ¿Pero ... hemos pensado qué efectos puede tener ese grito y esa palabra sobre la mente tan frágil aún de nuestros pequeños? ¡Con cuánto cuidado debemos ir con lo que les decimos!
Ya en otro articulo "Gritos y bofetones, razones para evitar su uso" publicado en este mismo blog hice referencia a este modo de impartir disciplina y todos los efectos adversos que produce en nuestros pequeños.
Esta vez hago referencia, concretamente a los gritos que empelamos de un modo reiterado contra cualquier cosa que nuestros hijos hayan hecho mal. Muchas veces los padres gritamos y gritamos, esperando que nuestros gritos produzcan algún efecto sobre el comportamiento de nuestros pequeños ... y sí, puede que nos funcione temporalmente pero nada más. Los gritos no enseñan la conducta contraria o la conducta correcta, los gritos asustan, humillan, aplacan pero no educan.
Los gritos continuados y las palabras humillantes y despectivas, las constantes recriminaciones a nuestros hijos pueden provocar graves consecuencias en ellos, como por ejemplo:
- pérdida de autoestima, ya que se creen que son malos por haber hecho algo mal.
- Al vivir en un ambiente con crispación y recriminaciones constantes el niño aprenderá a pelearse por todo.
- Avergonzar al niño continuamente, estamos empujando al niño a aprender a ser tímido.
- Las críticas generan inseguridad y miedo.
- El estrés que se respira en este tipo de situaciones provocan que el niño esté irritable.
- Las persistentes recriminaciones suscitan culpabilidad.
Frases como "¡Es que eres tonto!" o cosas peores que en momentos de ira y profunda frustración he llegado a escuchar de boca de algunos padres, como "¡Ya no te soporto más, es que no te aguanto ni un minuto más, ojalá no hubieras nacido!", "¡Nunca haces nada bien, eres un torpe, no entiendo de dónde has salido, no pareces hijo mío...!"
Son palabras hirientes, que lastiman y mucho a nuestros hijos. Son frases que generan en nuestro pequeños una imagen mental negativa de sí mismos, su autoestima se ve afectada de tal modo que si esto se produce de manera reiterada en el tiempo este niño puede mostrar dificultades importantes tanto a nivel personal como interpersonal, por ejemplo podemos ver que el niño:
- vuelve a mojar la cama,
- puede volver a chuparse el dedo, como un modo de encauzar las emociones que siente ante el conflicto. Chuparse el dedo es una de las maneras más comunes de expresar ansiedad, nerviosismo, inseguridad o sentimientos de culpa, ...
- está irritable, nervioso, triste,
- puede empezar a sacar malas notas en el colegio,
- sus conductas pueden volverse aún más disruptivas,
- ...
Los gritos y los cachetes son la primera experiencia que tienen los niños con la violencia, y los niños aprenden a comportarse violentamente a través del ejemplo de sus padres o adultos cercanos. Difícilmente podremos decirle a un niño "no pegues" o "no grites" cuando se les está pegando o gritando.
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