No hay rectores de otras universidades
públicas de Colombia que hayan sido reelegidos más veces, como el de la
Universidad Tecnológica del Chocó, el
sociólogo Eduardo García Vega. Para sus
múltiples designaciones habrán podido pasar, previamente, sus planteamientos o
propuestas políticas, perdón, corrijo, académicas, por
los debates de toda una comunidad
universitaria, o de la misma sociedad
chocoana, que demandan una alta calidad de la educación pública
regional.
Digo que demandan tal exigencia, porque el sistema educativo colombiano cada
vez se ha vuelto más desregularizado por las lógicas del mercado, para que, en este caso, por ejemplo, las universidades oficiales compitan y se
tornen sostenibles, ya que el gobierno nacional poco interés toma para
fortalecerlas, siendo su componente investigativo el grueso de recursos
económicos que más exige, y el que le da verdadero sentido y reconocimiento a
las universidades.
Si no fuera sido por el reciente referente
de la movilización chilena convocado por los estudiantes universitarios y de secundaria de allá, para reclamar contra
el sistema educativo que buscaba hacer drásticas reformas a la educación
pública, la Mesa Ampliada Nacional Estudiantil - MANE-, que, en 2011 nace en Colombia como un
movimiento político para rechazar la reforma a la ley 30 de 1992, no hubiera
aglutinado fuerzas vivas después de la gran movilización estudiantil de la décadas de los 70, cuando se tuvieron en cuenta los paradigmas
de la Revolución Cubana y la protesta de 1968, en Francia, que propiciaron el
cambio de mentalidad de los estudiantes.
Las movilizaciones en el Chocó han surtido
efectos positivos, y muestra de lo cual
fue el paro cívico del 1987 que propició la colocación de la primera piedra
para la construcción de la Ciudadela, donde hoy están ubicados los
edificios que integran la Universidad
Tecnológica del Chocó, mucho después de ser creada mientras funcionaba en
casuchas con sus insipientes programas académicos ofertados de modo
semiescolarizados (a distancia), en buena parte.
El Chocó siempre ha sido un laboratorio de
maestros o educadores. Por eso, la gran mayoría de programas que brindaba la
naciente Universidad eran para desarrollar y potenciar a los bachilleres pedagógicos que egresaban
de las Escuela Normal, al licenciarse luego. Quienes no querían tomar esa
forzosa opción, miraban hacia otras vecindades o al interior del país para hacerse profesionales con los esfuerzos y las tenacidades que
imponían las adversidades.
Las carreras liberales llegaron después. Algunos pensaron
adelantarlas para buscar mejores condiciones de vida o porque el
ejercicio del magisterio solo fue para sus padres, dirían algunos hijos de
maestros. Lo innegable es que las universidades públicas están en el centro
del huracán y cada cierta época llegan los malos tiempos que las atacan. Sus
defensas y sus luchas no han parado sobre
todo en aquellas que interpretan a la nación colombiana y reflejan su
pensamiento crítico, como la Universidad Nacional de Colombia, por ejemplo.
A la par de los combativos retos
alcanzados, en ellas se anidó una
práctica hegemónica de la politiquería capaz de desnaturalizar la autonomía que
poseen y que ataca sus elementales pilares como centros académicos y deliberaciones.
En el caso de la UTCH, la reelección de
su rector es un asunto que el mismo
García Vega se cree a sí mismo en su falaz convicción de convertir el Alma
Mater de en la conciencia crítica del Chocó; en una despensa para satisfacer los apetitos
de su misma comunidad desorientada y que
no cumpla el papel en la dimensión contestataria.
Esta reelección, en todo caso, servirá para
ir robusteciendo la burocracia y confirmar una vez más lo que inconclusamente
quede de cada uno de los anteriores mandatos justificado por la
desfinanciación; para seguir esperando cautiva e ingenuamente una calidad
educativa y acreditación de sus programas académicos que es paquidérmica; para
formar profesionales sin docentes de alta calidad investigativa y producción
académica y, sin un relativo porcentaje con estudios de doctorados de
universidades nacionales o extranjeras.
Una reelección que no responde a las
exigencias del país ni al departamento para desescalar sus desigualdades
sociales. Una hegemonía que se instituyó para impedir procesos democráticos que
conduzcan a la transición de nuevos ideales
dentro de universidad que no sabe
reclamar los espacios para construir la
unidad de otros pensamientos que no
dejan de ser los mismos de la dirigencia que nos gobierna, para seguir
desconfiando ahora.
"Lo que se le dé a los niños, darán a la sociedad" . Karl A. Menninger
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